Lord, to Whom shall we go?
In today’s Gospel we are being asked to make a choice, as we are, to choose to follow Jesus or not. Will we choose to follow him for a while and see how things work out and if they don’t we can always opt out of our choice of him? We know that to follow Jesus we must make his thoughts, attitudes, values, his way of seeing things, totally ours. Above all we are asked to imitate his life-giving and loving service of all others, even at great cost to ourselves if necessary. This is far from easy. It is demanding and challenging. It doesn’t mean that we always follow Jesus perfectly. We don’t, but we must keep trying. Experience teaches us that all Jesus promises in the gospels have been confirmed in our lives. No other vision has given me a meaning for life as the one of Jesus has. Personally, I value his friendship, his accepting of my weaknesses and helping me to get up again when I fall. Like Peter, I too can honestly say “Lord to whom shall I go, you have the message of eternal life. I believe and I know that you are the Holy One of God”. What about you? Will you stay or go away?
Señor, ¿a quién iremos?
En el Evangelio de hoy se nos pide que hagamos una elección, tal como somos, de elegir seguir a Jesús o no. ¿Elegiremos seguirlo por un tiempo y ver cómo funcionan las cosas y si no es así, siempre podemos optar por no hacerlo? Sabemos que para seguir a Jesús debemos hacer totalmente nuestros sus pensamientos, actitudes, valores, su manera de ver las cosas. Sobre todo se nos pide que imitemos su servicio vivificante y amoroso a todos los demás, incluso a un gran costo para nosotros mismos si es necesario. Esto está lejos de ser fácil. Es exigente y desafiante. No significa que siempre sigamos a Jesús perfectamente. No lo hacemos, pero debemos seguir intentándolo. La experiencia nos enseña que todas las promesas de Jesús en los evangelios se han confirmado en nuestras vidas. Ninguna otra visión me ha dado un sentido a la vida como la de Jesús. Personalmente, valoro su amistad, su aceptación de mis debilidades y su ayuda para levantarme de nuevo cuando caigo. Al igual que Pedro, yo también puedo decir con sinceridad: “Señor, ¿a quién iré? Tú tienes palabras de vida eterna. Yo creo y sé que tú eres el Santo de Dios”. ¿Y tú? ¿Te quedarás o te marcharás?