22nd Sunday in Ordinary Time / XXII Domingo de Tiempo Ordinario

 God’s laws

If we read today’s Gospel carefully, we will see a pattern in Jesus’ teaching method that will be repeated in the weeks ahead. Jesus’ first teaching is directed to the Pharisees who questioned him. Jesus’ words are then directed to the crowd, teaching that a person is defiled by his or her words and actions, not by the food that he or she eats.   As we see in this reading, the words to the Pharisees are often words of challenge. The teaching to the crowds is often a general, sometimes cryptic, message. With the disciples, who often misunderstand Jesus’ words, further explanation is offered about his message and its meaning. Jesus’ words challenge us as well. In our desire to show that we are holy, we might also give too much credence to externals, following rules without thinking about the intention behind them. Jesus reminds us that we do not make ourselves holy by our actions. Rather, we become holy when we allow God’s Spirit to transform us. Our actions should be an expression of the conversion of our heart to God and to God’s ways. www.loyolapress.com

Las leyes de Dios

                Si leemos atentamente el Evangelio de hoy, veremos un patrón en el método de enseñanza de Jesús que se repetirá en las próximas semanas. La primera enseñanza de Jesús está dirigida a los fariseos que lo cuestionaron. Las palabras de Jesús se dirigen luego a la multitud, enseñando que una persona se contamina por sus palabras y acciones, no por la comida que come. Como vemos en esta lectura, las palabras a los fariseos son a menudo palabras de desafío. La enseñanza a la multitud es a menudo un mensaje general, a veces críptico. Con los discípulos, que a menudo malinterpretan las palabras de Jesús, se ofrecen más explicaciones sobre su mensaje y su significado. Las palabras de Jesús también nos desafían. En nuestro deseo de demostrar que somos santos, también podemos dar demasiado crédito a lo externo, siguiendo reglas sin pensar en la intención detrás de ellas. Jesús nos recuerda que no nos santificamos por nuestras acciones. Más bien, nos volvemos santos cuando permitimos que el Espíritu de Dios nos transforme. Nuestras acciones deben ser una expresión de la conversión de nuestro corazón a Dios y a sus caminos. www.loyolapress.com