32nd Sunday in Ordinary Time / XXXII Domingo de Tiempo Ordinario

Today’s Gospel begins with a strong criticism of the ‘teachers of the Law’. His disapproval of their actions was harsh and biting. Saying “Beware of” or “Watch out for”  these men, and accusing them of “’devouring’ widows’ houses” was guaranteed to make enemies, particularly when Pharisees were almost certainly there listening to him. Jesus had a natural ability for ‘storytelling’ as we see in his wonderful parables and ability to relate to the environment of his hearers. This same ability is used to highlight the flamboyant and arrogant behavior of the ‘teachers of the Law’. If we remember that the Scribes and Pharisees were not just religious leaders at the time of Jesus, but also politicians, lawyers and judges, we can see just how dangerous his words were. Jesus’ condemnation, then, is not of the Pharisees as a group of people or as religious leaders. His condemnation is of the actions and superficiality he often noticed in them. there is a lesson there for us. Nowhere in the Gospels did Jesus ever condemn or insult an individual person, no matter what their background or social standing. Jesus calling is to “…repent and turn away from sin” it is an invitation, not a condemnation.  www.oblates.ie
 

El Evangelio de hoy comienza con una fuerte crítica a los “maestros de la Ley”. Su desaprobación de sus acciones fue dura y mordaz. Decir “Cuidado con” o “Tened cuidado con” estos hombres, y acusarlos de “’devorar’ las casas de las viudas” era garantía de ganar enemigos, particularmente cuando los fariseos casi seguramente estaban allí escuchándolo. Jesús tenía una habilidad natural para “contar historias” como vemos en sus maravillosas parábolas y la capacidad de relacionarse con el entorno de sus oyentes. Esta misma habilidad se utiliza para resaltar el comportamiento extravagante y arrogante de los “maestros de la Ley”. Si recordamos que los escribas y fariseos no eran solo líderes religiosos en el tiempo de Jesús, sino también políticos, abogados y jueces, podemos ver cuán peligrosas eran sus palabras. La condena de Jesús, entonces, no es a los fariseos como grupo de personas o como líderes religiosos. Su condena es a las acciones y la superficialidad que a menudo notó en ellos. Hay una lección ahí para nosotros. En ningún lugar de los Evangelios Jesús condenó o insultó a una persona individual, sin importar su origen o posición social. El llamado de Jesús es a “… arrepentirse y alejarse del pecado”; es una invitación, no una condena.  www.oblates.ie